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martes, 28 de agosto de 2012

DESCUBRIR LA VENTAJAS DEL RIEGO RESPONSABLE EN EL JARDIN

ARTE Y JARDINERIA Diseño de jardines

Como utilizar el riego de una forma responsable en el jardín siendo solidarios con la Sostenibilidad del Planeta





Suprimir el riego: ¿una utopía?

Regar es una de las actividades más frecuentes del jardinero. Tanto en el huerto como en el jardín, las plantas elegidas no están en su medio natural, por lo que el aporte de agua debe ser, en la mayoría de los casos, más regular y abundante que el que proporciona la lluvia, que escasea en determinadas estaciones o, a veces, durante todo el año.

Conviene observar las plantas y procurar que no les falten agua y nutrientes para que puedan desarrollarse de forma óptima y armoniosa, especialmente en el momento de plantarlas. A menudo, las plantas elegidas necesitan un suelo fresco que proporcione a las raíces esos elementos.

A lo largo del tiempo, los jardineros han tomado conciencia, al tener en cuenta ciertas sorpresas en forma de calor excesivo, de que es necesario variar el tratamiento que se da a las plantas para evitar quemarlas sistemáticamente.

No es necesario ser alarmistas, aunque hay que reconocer que el clima está sufriendo variaciones que no siempre permiten aplicar los proverbios que antaño guiaban la sabiduría del jardinero. Generalmente, el agua de lluvia acaba llegando, aunque, ciertamente, en algunos lugares es más escasa que en otros y resulta muy costosa de obtener, si bien no llega o faltar del todo. Sin embargo, existen soluciones, que van desde seguir sencillas actuaciones y técnicas milenarias hasta aplicar sistemas informáticos muy elaborados, para evitar el despilfarro que supone por ejemplo el riego automático del césped, que hoy en día es insostenible en muchos lugares. Las soluciones existen.

Lo que no debe hacerse – nunca ha de elegir plantas que no se adaptan a las características del suelo ni al clima de su región.

Lo que debe hacerse – regar cuando sea necesario. Es inútil pretender compensar con el riego diario las pérdidas por evapotranspiración de las plantas: esto las debilita de cara a una eventual sequia, hace aumentar desmesuradamente el consumo de agua y provoca la pérdida de los nutrientes del suelo.

Cómo saber cuándo es necesario – realice una prueba muy sencilla: hunda en el suelo un bastón hasta una profundidad de 30 cm y después retírelo. Si lo saca con tierra adherida, el riego puede esperar, si sale sin restos de tierra, es necesario regar. Otras señales pueden apreciarse a simple vista: ¿se reblandecen las hojas?, ¿la planta pierde vigor? – estos son signos de que está a punto de marchitarse. La planta sufre y no dispone ni de suficiente energía ni de agua: el riego es inaplazable.

Cómo saber si el riego es suficiente – la necesidad de agua que tienen las plantas depende de numerosos factores (naturaleza del suelo, capacidad de retención, exposición al sol, precipitación, etc.). El riego es, finalmente, un proceso empírico. Sepa que, grosso modo, se pueden llegar a utilizar unos diez litros de agua por metro cuadrado de jardín una vez por semana. Como el objetivo es la disminución progresiva del riego, enseguida se dará cuenta de cómo reaccionar las plantas que disponen de un acolchado a la sequia, por lo que podrá adaptar la frecuencia del riego y la cantidad de agua.

Regar en el momento adecuado

No debe regar nunca en los momentos de más calor. Al contrario, elija las horas más frescas del día, ya sea por la mañana, antes de que el sol caliente demasiado, o por la tarde, después de que se haya puesto, o incluso por la noche (si dispone de un programador). De esta forma, las plantas notarán menos el estrés hídrico provocado por la diferencia de temperatura entre el agua y el aire, y no corren el riesgo de quemarse por la reverberación producida por el agua que queda sobre las hojas.

Potencie los riesgos abundantes pero espaciados, que estimulan a las plantas a buscar el agua profundamente, y hágalo con lentitud para evitar la formación de escorrentías.

Es claramente preferible regar en el pie de las plantas porque conduce directamente el agua hacia el sistema radical y limita la proliferación de enfermedades criptógamas. También se puede canalizar el agua directamente hacia el sistema radical con la ayuda de un pequeño tubo de drenaje.

El riego manual – la regadera

Si dispone de un jardín pequeño con un número relativamente escaso de plantas para regar, nada le impide seguir utilizando su vieja regadera. Encontrará en las tiendas regaderas de plásticos o de acero galvanizado de diversos tamaños según sus necesidades. Una boca con numerosos orificios permite un riego muy suave.

Antes de regar, deje que el agua se caliente un poco para no provocar estrés hídrico, que resulta nefasto para las plantas. También muchos jardineros prefieren utilizar la manguera para regar, y es comprensible.

La manguera de riego o presión

Existen muchas clases de mangueras de calidades distintas: el modelo más sencillo no posee armazón y esto le impide resistir bien la presión y las torsiones. Es preferible gastar un poco más y elegir una manguera reforzada (formada por diversas capas) y trenzada, ya que la malla le da mayor resistencia.

Los diámetros son universales para la utilización en jardines particulares, de 15 a 19 mm. Generalmente una manguera de 20 metros es suficiente, pero se pueden conseguir de todas las medidas.

El riego con manguera presenta muchas ventajas: es fácil de instalar y de utilizar, y es multifuncional: diferentes boquillas permiten diversos tipos de riego: con pistola o con lanza (consigue un riego muy fino, atomizado o de flujo concentrado) o bien con aspersor, oscilante o giratorio. Conviene saber, no obstante, que el riego por aspersión suele ser menos eficaz que el riego al pie.

El riego automático


La automatización de una red de riego es una solución tentadora por más de un motivo:
  •        Evita la siempre enojosa manipulación de mangueras
  •       Permite ganar tiempo
  •    Irse de vacaciones tranquilamente
  •       Nos ayuda a conseguir un interesante ahorro de agua
  •   Este sistema no llega a eliminar el riego, pero es mucho más sostenible que los anteriores.
Cómo funciona el riego automático

Un programador (a pilas y directamente aplicado sobre el adaptador del grifo para un riego del tipo subterráneo) dará la orden, a la hora que usted haya elegido y durante el tiempo deseado, para que se abran las electroválvulas que permitirán el paso del agua por la red.

Cada red corresponde a un tipo de riego específico. Por ejemplo, habrá una para los chorros fijos y otra para la microirrigación.

¿Por qué? Porque la presión y el caudal no son los mismos en todas las redes; funcionarán de forma sucesiva. La duración del riego es fija, pero en algunos sistemas muy sofisticados, el programador está unido a una sonda instalada en el suelo, de manera que mide la tasa de humedad y, si esta es suficiente, el riego automático no se lleva a cabo.

Lo ideal sería programarlo para regar a última hora de la tarde o, mejor aún, por la noche, hacia las 3 o las 4 de la madrugada.

La microirrigación

La microirrigación es un sistema que permite transportar el agua directamente al pie de las plantas con mangueras de goteros o microaspersores. Este sistema puede ponerse en marcha de forma manual o mediante un programador que hay que instalar con anterioridad.

La microirrigación es una forma de riego muy interesante porque reduce entre un 30 y un 50% el consumo de agua y, por tanto, los costes.

Es ideal para utilizar en árboles, setos, macizos de flores y en huertos. El sistema tiene también la ventaja de no mojar las hojas y reduce así la aparición de enfermedades criptógamas.

La instalación es relativamente sencilla. Sin embargo, es preferible elaborar, en un papel milimetrado, un plano a pequeña escala al que se trasladarán las dimensiones de la zona que desea equipar, en el que dibujaremos también el recorrido de las mangueras, el emplazamiento de la alimentación de agua, etc. De este modo podrá calcular de forma precisa los metros de manguera y valorar el material que va a necesitar.


Fuente: Regar sin malgastar


domingo, 5 de febrero de 2012

REGAR MENOS Y CUIDAR MÁS LAS PLANTAS

ARTE Y JARDINERÍA Diseño de Jardines

Diferentes alternativas para regar menos y ser más Sostenibles



A continuación, proponemos algunas alternativas sencillas para reducir el gasto de agua a partir de un mejor conocimiento del jardín. También incluimos algunas fórmulas poco habituales.

Los jardineros deben atender las necesidades del suelo, no al revés. En consecuencia, aquellos que decidan adoptar una forma de cultivo responsable deberán reconsiderar algunos hábitos y prácticas que hasta hoy eran casi actos reflejos. El ahorro de agua en el jardín debe comenzar por el conocimiento global del mismo, porque el suelo, el agua, el sol y las plantas forman un todo. Algunas técnicas muy sencillas pueden compensar la falta de agua.

1.    Redescubrir las fases del cultivo

Preparar el suelo

La preparación del suelo tiene una gran importancia. Efectivamente, bien aireado, mullido y enriquecido con abonos que compensen las eventuales carencias, el suelo dará lo mejor de sí mismo y, sobre todo, su capacidad de retención del agua estará asegurada.

Labrar o cavar

En otoño o en primavera, la tierra que acogerá las plantas debe cavarse para romper la costra del suelo y favorecer la circulación del agua y el aire. También se aprovecha para eliminar los diferentes restos animales o vegetales, abonar y enriquecerlo si es necesario.

Mullir

Esta operación se lleva a cabo tras la labranza y permite romper los terrones con la horca, a la vez que ahuecar el suelo, al profundizar unos veinte centímetros. El mullido debe realizarse en toda la superficie que ocupe el jardín.

Rastrillar

Supone una limpieza superficial que permite eliminar los restos y piedras deslizando el rastrillo. Sus púas deben estar casi paralelas a la superficie, de manera que no dejen huecos sobre el suelo.




Favorecer el enraizamiento de las plantas: el riego profundo

No reduzca la cantidad de agua en un momento inadecuado. Recuerde que las plantas:
-         tienen, cuando empiezan a desarrollarse, más necesidad de riego que en su madurez;
-         bien enraizadas, resistirán mucho mejor la sequía.


Un buen comienzo para árboles y arbustos

La plantación debe realizarse en otoño. Después de cavar el suelo, la tierra obtenida se utiliza para hacer un recalce alrededor del cuello del árbol, situado un poco por encima (unos diez centímetros) del nivel del suelo.

Sólo si no hiela, se regará inmediatamente después de la plantación: así, el árbol se asentará descendiendo lentamente hasta situarse al nivel del suelo. Previamente, se debe instalar un tubo de drenaje vertical, situado en el primer tercio de la pella.

En primavera, se excava el recalce de manera que se forme un alcorque, y durante el primer año, se recomienda regar el árbol cerca del cuello, en el centro del alcorque. Este tubo de drenaje será realmente útil para regar directamente las raíces del árbol durante el segundo año.

El árbol debe ser regado a razón de unos cien litros de agua cada quince días, si bien el riego se debe ir espaciando de forma progresiva, hasta que el árbol, al cabo de dos años, sea completamente autónomo, es decir, busque por sí mismo sus recursos en el suelo.

Colocación de plantas procedentes de macetas

Mientras se cavan los hoyos en los que colocarán las plantas, todavía en la maceta, estas se sumergen en agua para que queden bien impregnadas. Después, se extrae la pella de la maceta y, con la mano, se separan ligeramente las raíces; a continuación, se sitúa la planta en el hoyo dejando el cuello algunos centímetros por debajo del nivel del suelo, se cubre con tierra hasta el cuello y se riega abundantemente. Este riego favorece la adherencia de la tierra a las raíces.

Incluso para las plantas que toleran bien la sequía, el riego debe ser frecuente durante el primer período, y espaciarlo de forma progresiva.

Semilleros

Los semilleros son muy delicados y necesitan aportes regulares de agua. El riego debe realizarse en forma de lluvia fina. En los terrenos que están en pendiente, puede reducirse la escorrentía si se forman alcorques al pie de las plantas.


Binar

Binar consiste en remover la capa superficial del suelo y así mullir la tierra para frenar la pérdida de agua por capilaridad. Se dice que <<más vale binar una vez que regar dos>>. Es una acción sencilla pero de gran ayuda en periodos de sequía, ya que se rompe la costra del suelo y el agua y el aire llegan más fácilmente hasta las raíces, lo que favorece el crecimiento de las plantas.

Acolchar

Acolchar el suelo consiste en cubrirlo, una vez arrancadas las hierbas, con una capa espesa de material orgánico o mineral, o incluso con un revestimiento artificial. El acolchado ofrece numerosas ventajas:
-         permite ahorrar casi la mitad del consume de agua al reducir la evapotranspiración de las plantas;
-         protege el suelo de las inclemencias del tiempo y regula bien la humedad;
-         limita la proliferación de malas hierbas;
-         la degradación progresiva del acolchado orgánico procura al suelo un aporte benéfico de humus.

2.    Potenciar el uso de plantas resistentes o que se adapten a la naturaleza del suelo

Sin necesidad de ir al <<todo de tipo mediterráneo>>, puede elegir plantas resistentes y robustas; son numerosas y sólo necesitan ser valoradas.

Las plantas vivaces (a menudo ansiosas de sol) y los bulbos que anuncian la primavera pueden reemplazar con ventaja a otras plantas que necesitan más agua o son más exigentes, como las de floración anual.

Reserve un espacio para las plantas que crecen espontáneamente en su zona: adaptadas al sol y al clima, se extenderán más allá de lo que cree.

Elija las plantas en función de las características del suelo, y no al revés.

3.    Proteger el jardín del viento y favorecer la formación de setos

El viento seca las plantas al acelerar el proceso de evapotranspiración, pero se puede reducir su impacto instalando seto cortavientos. No se trata de intentar detenerlo con elementos compactos que obstruyan su paso por completo, sino sencillamente de atenuar su fuerza.

Los cortavientos pueden estar formados por listones, cañas, rejillas y cañizos hechos con vegetales entrelazados.

Los setos vivos

Formados por arbustos, plantas trepadoras o árboles, los setos vivos dieron, desde siempre, una fuerte identidad visual al paisaje, hasta que se produjo su práctica desaparición tras la intensificación de la agricultura.

Los setos vivos están formados por vegetales autóctonos que crecen casi siempre de forma espontánea, y que favorecen la preservación de la biodiversidad local.

Contribuyen también a otorgar personalidad a los setos en general, casi perdida tras decenas de años de uso prácticamente exclusivo de tuyas y alheñas.

Recordemos también que la presencia de setos frena la evapotranspiración en el jardín.

4.    El césped

¿Quién no se ha desesperado alguna vez ante un césped amarillo y seco al llegar los primeros calores estivales? En realidad, este conjunto de plantas, gran consumidor de agua, debería ir desapareciendo lentamente de los jardines; de hecho, es el primero en ser eliminado cuando se producen restricciones de riego.

Sensible al exceso de sol, requiere un mínimo de 17 a 20 litros de agua por metro cuadrado para mantenerse verde. Sus raíces, muy superficiales, no pueden penetrar profundamente y en seguida nota la falta de agua. Entonces, la reacción es inmediata: amarillea y se seca ante la mirada consternada del jardinero, que debería intentar buscar una solución alternativa.

Con qué reemplazar el césped

En la medida de lo posible, limítelo a espacios donde sea necesario y organice el espacio creativamente a base de plantas tapizantes de colores sorprendentes. En las zonas de paso, sustituya el césped por piedras, tierra batida (da un encantador aire rústico) o grava.

Potencie las formaciones herbáceas naturales: no descarte el diente de león, los tréboles, las margaritas y otras plantas compuestas. Estas favorecen la vida en el suelo y protegen las especies que ayudan a combatir plagas.

Algunas plantas tapizantes, como las que citamos, pueden sustituir el césped y crear inéditos contrastes a base de colores y texturas:
     -         Cynodon dactylon: gramínea vivaz rastrera que tolera bien la sequía;
     -         Frankenia laevis: vivaz tapizante rastrera con flores de color rosa (de unos 5 cm);
     -         Lippia nodiflora: tapizante vivaz amante del sol y de los terrenos secos, tolera la sequía y puede pisarse sin dañarla. Durante la floración se cubre de flores de color malva;
-         Thymus serpyllum: ideal para tapizar un sendero y alegrar los caminos pedregosos con sus encantadoras florecillas de color rosa;
-         Verbena tenuiseca: tapizante vivaz rastrera con flores de color azul – malva;
-         Zoysia japonica: vivaz rastrera y tapizante, considerada por algunos como el césped ideal, resiste muy bien la sequía. Sin embargo, amarillea en invierno;
-         Zoysia tenuifolia: forma un tapiz muy espeso y confortable.

5.    Contar con los minerales

Pensar en disponer de un jardín que necesite poco agua abre nuevas perspectivas estéticas, a la vez que abandonar el tradicional jardín de césped permite introducir elementos minerales muy interesantes, tanto por su aspecto y color como por las combinaciones que permiten con los vegetales.

6.    Descubrir las ventajas del riego responsable

Suprimir el riego: ¿una utopía?

Regar es una de las actividades más frecuentes del jardinero.

Tanto en el huerto como en el jardín, las plantas elegidas no están en su medio natural, por lo que el aporte de agua debe ser, en la mayoría de los casos, más regular y abundante que el que proporciona la lluvia, que escasea en determinadas estaciones o, a veces, durante todo el año.

Conviene observar las plantas y procurar que no les falten agua y nutrientes para que puedan desarrollarse de forma óptima y armoniosa, especialmente en el momento de plantarlas. A menudo, las plantas elegidas necesitan un suelo fresco que proporcione a las raíces esos elementos.

A lo largo del tiempo, los jardineros han tomado conciencia, al tener en cuenta ciertas sorpresas en forma de calor excesivo, de que es necesario variar el tratamiento que se da a las plantas para evitar quemarlas sistemáticamente.

No es necesario ser alarmistas, aunque hay que reconocer que el clima está sufriendo variaciones que no siempre permiten aplicar los proverbios que antaño guiaban la sabiduría del jardinero. Generalmente, el agua de lluvia acaba llegando, aunque, ciertamente, en algunos lugares es más escasa que en otros y resulta muy costosa de obtener, si bien no llega a faltar del todo. Sin embargo, existen soluciones, que van desde seguir sencillas actuaciones y técnicas milenarias hasta aplicar sistemas informáticos muy elaborados, para evitar el despilfarro que supone por ejemplo el riego automático del césped. Que hoy en día es insostenible en muchos lugares.

7.    Recuperar el agua de lluvia

Muchas veces pensamos que podríamos utilizar agua de lluvia para un buen número de tareas domésticas que habitualmente realizamos con la costosa agua potable.

El agua de lluvia es pura, y está libre de sales minerales y metales pesados. No es calcárea y es mejor que la del grifo para regar el huerto o el jardín ornamental. Antes de llegar al suelo adquiere, en la atmósfera, algunos elementos contaminantes pero no pierde en absoluto sus cualidades intrínsecas.


Fuente: Regar sin malgastar
Editorial De Vecchi

jueves, 6 de octubre de 2011

Regar sin malgastar

ARTE Y JARDINERÍA Diseño de Jardines

Ahorrar agua en Jardinería es imprescindible en la Sostenibilidad del Planeta



Hoy día debería aflorar el jardinero ecológico que todos llevamos dentro. La era de la explotación total del suelo ha llegado a sus límites: el suelo se agota, las capas freáticas de agua están a menudo contaminadas y cada vez más se producen alarmantes desajustes climáticos.

Gestionar el jardín de manera razonable no es una moda, significa comprender que todo aquello que interviene en el crecimiento y desarrollo de las plantas responde a factores climáticos, hidrológicos, etc., cuyos ciclos siguen una escala más amplia que la suya. El jardín, que con frecuencia es un lugar de descanso y esparcimiento en el que podemos disfrutar de una naturaleza ordenada y de lo mejor que nos puede dar la tierra, debe considerarse como una unidad.

En numerosas regiones, el agua, aunque no llegue a escasear, se convierte en un bien precioso, y su coste es cada vez más elevado. Los veranos caniculares y la escasez de lluvias nos conduce necesariamente a una reformulación de la idea del jardín como lugar ideal, en el que abundan árboles y plantas poco adaptados al clima y que requieren riegos abundantes, para pasar a entenderlo como un espacio ecológico.

El objetivo es que los amantes de la jardinería aprendamos que a través de pequeñas actuaciones podemos cuidar el jardín de una manera más ecológica, sustituir algunos malos hábitos por otros más sostenibles y utilizar sólo el agua necesaria, a fin de ayudar a mantener el equilibrio en la naturaleza.

Tener un hermoso jardín sin malgastar el agua, e incluso sin utilizarla, es posible: el riego responsable está al alcance de todos.

Antes de abordar propiamente lo relativo al uso del agua en el jardín, es imprescindible que analicemos ciertas nociones para comprender por qué, por ejemplo, las labores de cultivo son tan importantes como el riego en sí mismo.

Regreso al planeta azul

El agua es imprescindible para la vida. Todos los seres vivos, plantas, animales y hombres, y también el jardín, dependen de ella. Vista desde el espacio, la Tierra es completamente azul. Océanos y mares la cubren en sus tres cuartas partes, pero de estos miles de millones de kilómetros cúbicos de agua sólo una pequeña fracción es utilizable por el hombre. Las aguas dulces del planeta (es decir, las que contienen menos de tres gramos de sal por litro) representan menos del 3% (nueve mil millones de metros cúbicos repartidos de manera muy desigual en el planeta) del total que hay en la Tierra, y de este porcentaje aún hay que descontar el agua dulce retenida en los casquetes polares.

En determinados lugares del globo, el agua dulce escasea cruelmente (el 40% de las tierras emergidas están afectadas por procesos de desertización).

Ese volumen en continuo movimiento forma parte del llamado ciclo del agua, que sigue siendo el mismo desde hace miles de millones de años. En efecto, por la acción del calor del sol el agua de mares, lagos y ríos se evapora, al igual que la que se encuentra en el suelo y en las plantas (evapotranspiración). Este vapor de agua experimenta un enfriamiento al ascender en la atmósfera y se condensa en pequeñas gotas que forman las nubes, hasta que vuelve a caer al suelo en forma de lluvia, granizo o nieve. El agua, que en su mayor parte cae sobre los océanos, llega también a los continentes, donde permanece durante un tiempo más o menos prolongado, que puede ir desde unos diez días hasta miles de años:

·       El 25% del agua se filtra en el suelo y desciende hasta alcanzar una capa impermeable, sobre la que se acumula en inmensos depósitos. Estos, denominados acuíferos, forman las grandes capas freáticas que afloran con frecuencia a la superficie en forma de fuentes y ríos.
     ·       El 15% alimenta directamente los cursos de agua, lagos y ríos: son las aguas superficiales de escorrentía.
·       El 60% restante participa de nuevo en el ciclo del agua.

El agua y las plantas

Las plantas están constituidas fundamentalmente por agua (del 80 al 95% de su peso total). Aquella que necesitan la obtienen del suelo a mayor o menor profundidad a través de las raíces. El agua circula constantemente por su interior y la eliminan mediante la transpiración debida al calor del sol.

El agua que queda en la planta participa en la fotosíntesis, un proceso químico diurno durante el cual la planta utiliza la luz del sol como fuente de energía para producir sus propios nutrientes. El agua forma la savia al ascender por la planta.

Las plantas, normalmente adaptadas al clima en el que se desarrollan, transpiran a través de los estomas, unos poros microscópicos que se encuentran en las hojas. Por ello, en un clima seco las crean más pequeñas a fin de reducir la evapotranspiración (el tomillo, por ejemplo) o almacenan mucho agua en sus tejidos (pitas); otras la toman del suelo a gran profundidad y desarrollan para ello un largo sistema de raíces.

A modo de ejemplo, diremos que un roble de gran tamaño evapotranspira unos 400 m3 de agua al día, y que en verano, un metro cuadrado de superficie foliar expulsa al día varios litros de agua, aunque, en realidad, esa tasa está sometida a grandes variaciones según la temperatura del aire, la sequedad atmosférica y la intensidad de la luz.

El riego responsable: ¡conviene aprender!

Regar con criterios ecológicos supone ver el jardín como un lugar que dispone de una identidad paisajística en la que las características del suelo y del clima, así como la exposición y la zona en la que se encuentra, son condiciones que influirán en su tipología y en la elección de las plantas. ¡No adquiera una planta sólo porque le gusta, si no es adecuada para el suelo o el clima de su jardín! Por ejemplo, si el suelo es calcáreo no se obstine en cultivar hortensias.

Si conoce las características del suelo también podrá compensar sus carencias con abono o mejorar su capacidad de retención del agua. Cuanta más agua retenga más posibilidades tendrá la planta de sobrevivir en caso de falta de riego o precipitaciones.

La naturaleza del suelo

El suelo es la parte más superficial del terreno, que revela las características de la roca sobre la que se asienta.
   ·       El nivel más externo está formado por una capa cultivable cuyo espesor puede llegar a los 30 cm. Es esta la que el jardinero trabajará y enriquecerá con abonos.
   ·       El primer subsuelo puede alcanzar de 30 a 50 cm de profundidad.
   ·       El subsuelo más profundo ocupa entre 60 y 130 cm de profundidad.


Los diferentes materiales que lo forman pueden distinguirse por el tamaño de sus partículas (granulometría) y por su estado: algunas son sólidas y otras líquidas o gaseosas. Así pues, en el suelo se mezclan partículas minerales, elementos orgánicos constituidos por organismos vivos, sustancias orgánicas (materias frescas vegetales, humus, etc.), agua que contiene sales minerales y sustancias hidrosolubles, vapor de agua y gases, y elementos vivos.

Los componentes sólidos, como la arena, la arcilla, los limos o incluso el humus, están presentes en mayor o menor cantidad y determinan el espacio que queda para ser ocupado por agua y otros constituyentes.


·       Las arenas o sílices incluyen desde la arena más fina hasta las piedras. Facilitan la circulación del aire por el suelo.
·       La caliza (carbonato de calcio) es una sustancia blanca que puede presentarse granulada o en polvo. Su función más destacada consiste en contribuir a regular el grado de acidez del suelo.
·       El humus procede de la descomposición de los vegetales (hojas, estiércol, restos de vegetales, etc.). Sirve de aglutinante de las finas partículas minerales que, aunque se unen, dejan espacios por donde pueden circular el aire y el agua, lo que proporciona al suelo una estructura granulada, aireada y ligera. El humus del suelo permite prevenir el empobrecimiento de este y puede coadyuvar al almacenamiento de agua y nutrientes, por lo que goza de un papel clave.

Los elementos vivos (bacterias, mohos, insectos y lombrices, así como topos y ratones) son muy activos en un suelo rico. Su presencia es, además, indispensable para obtener una tierra aireada, fértil y sana.

El sueño del jardinero

El sueño del jardinero es disponer de un suelo ideal, es decir, aquel que contiene un 65% de arena, un 20% de arcilla, un 10% de humus y un 5% de caliza. Ofrece una estructura ligeramente granulada, no tiene necesidad de abono y es fácil de trabajar.

Para la mayoría de los aficionados a la jardinería, el riego es una gran preocupación, ya que, por una parte, requiere tiempo y, por otra, el agua representa un coste no desdeñable en el presupuesto familiar.

Además, las sucesivas sequías de los meses estivales en los últimos años han puesto en evidencia algo que, en nuestras latitudes, todos habíamos querido olvidar: cuando el agua empieza a escasear, nada crece, las plantas se mueren y el césped se quema. Por otra parte, las medidas restrictivas sobre el consumo de agua suelen aplicarse en primer lugar a los jardines.

Sin voluntad de caer en un alarmismo excesivo, si que conviene recordar que no siempre las reservas de agua pueden mantenerse en un buen nivel, que existen, además, muchos microclimas y que la tierra tiene propiedades muy distintas según las regiones.

La realidad de estos últimos años debe servir para despertar nuestra conciencia respecto al uso del agua, ya que además de ser un bien escaso está mal repartida: es insuficiente en el 40% de la superficie del planeta. Si ya en algunos lugares los hombres han desplegado grandes dosis de imaginación para no desperdiciar ni una gota, ha llegado el momento de que no malgastemos más agua. Hoy día, los jardineros pueden conciliar el ahorro de tiempo con un uso razonable del agua: los sistemas de riego disponibles son cada vez más fiables y precisos.



Fuente: Regar sin malgastar
Editorial De Vecchi