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miércoles, 21 de mayo de 2014

TEXTURAS EN DISEÑO DE JARDINES

ARTE Y JARDINERÍA DISEÑO DE JARDINES

La textura, junto con la forma y el color, determina y crea el movimiento y la armonía visual en un jardín.



En contraste entre ellos, estos tres elementos aportan una variedad cambiante de intereses, dándole vida a pequeños detalles del jardín. Cuanto mayor sea la gama de texturas, mayor será también el interés por todo el espacio.

Resulta fácil olvidar que cada elemento del jardín tiene su propia textura; no solamente la del follaje, las hierbas, las flores o la corteza, sino también la del agua, las veredas, los muros, la gravilla y todo el resto de elementos que integran el paisajismo.

La textura es un elemento más discreto que el color o la forma, y una extensa gama de diferentes texturas no sobrecargará el diseño de un jardín, mientras que el énfasis recaiga en otros detalles. Merece la pena tratar de incorporar muchas texturas diferentes en todos los puntos del jardín.

Percibimos la textura de dos maneras diferentes: mediante la vista y
el tacto directo -podemos ver y sentir si una hoja es áspera e hirsuta- y mediante el reflejo de la luz sobre su superficie; suponemos que las brillantes hojas del rododendro son suaves y firmes, mientras que un sendero firme o reluciente de losas de piedra húmedas es más duro que la gravilla. Esta apreciación visual indirecta de la textura debe preverse como parte de la planificación de la textura en un jardín, y en la misma medida que el elemento táctil.

Las características duras del paisaje pueden suavizarse incorporando diversas texturas. Imagínese el uso de escalones "verdes", con tabiques cubiertos de hiedras o Cotoneaster miniatura; figúrese guijarros gruesos o ladrillos de espina pez con musgo de color verde esmeralda en todas las juntas. Esta misma idea ya ofrece una variedad de texturas, desde el duro hormigón hasta unas baldosas sueltas.

En un jardín formal, donde las características arquitectónicas dictaminan la mayor parte del diseño, una gran superficie de mármol pulido en un muro o en el suelo se verá perfecta y normalmente en forma de escalones geométricamente bien proporcionados..

En cambio, cuando se trata de un estilo minimalista, donde los detalles accidentales son más apropiados que un diseño de líneas claramente definidas, con un gran canto rodado se puede crear una agradable forma decorativa de textura dura, sin imponer una orden intransigente.

La diversidad de texturas en el follaje es realmente inmensa, pero éstas se pueden clasificar en varios grupos según las siguientes categorías: plumosas, suaves, afieltradas o velludas, rugosas, puntiagudas, duras, suaves y brillantes o lustrosas.

Al ver una hoja plumosa, inmediatamente nos invade el deseo de
tocarla. Algunas, como el abrótano macho o Artemisia abrotanum, despiden un agradable aroma cuando se tocan. No hay que olvidar las cúpulas verdes o púrpuras del arce enano, Acer palmatum dissectum, del más robusto abedul "Trost´s Dwarf" o del saúco con hojas de helecho. También contamos con el follaje ondulado de los cipreses "Boulevard", las delicadas y quebradizas hojas de las dicentras o las propias flores de Cotinus coggygria, con panículas de maravillosas floraciones mullidas en verano.

La suavidad se presenta en varias formas, desde la de los bambús y
de las hierbas ornamentales mecidos por el viento hasta la sencilla elocuencia del musgo. Los helechos ofrecen una textura deliciosamente suave durante una larga temporada. La hierba de la pradera, rizada por el viento, debe ser indudablemente una de las formas suaves más seductoras, mientras que una planta de arriate, como Alchemilla mollis, actuará como fondo para otras formas más vigorosas.

Las hojas afieltradas o velludas son casi siempre grandes, como las de Hydrangea sargentiana y Bergenia ciliata; también es afieltrado el envés de algunas especies de rododendros, que además puede tener un rico indumentum de color gris o rojizo. La oreja de cordero (Stachys byzantina) es una de las favoritas de los niños, y a muchas personas les encanta acariciar las aterciopeladas flores de color cereza de Salvia buchananii.

Las llamativas hojas corrugadas de Veratrum, Rogersia, Viburnum
davidii y Viburnum rhytidophyllum, así como la amplias hojas en forma de paraguas de Gunnera manicata, proporcionan bellos ejemplos de rugosidad. Pero ésta también se observa en cortezas escamosas, profundamente corrugadas, y en franjas o incluso en tiras y jirones.

Las hojas puntiagudas quedan patentes en las ensiformes de los lirios, en las crocosmias, en Phormium y en la yuca, así como en las espinas de los acebos y los cardos. Acanthus, la morina y el cardo también tienen flores espinosas.

las texturas duras se encuentran en las hojas anchas de las plantas perennes y en los árboles de hojas aciculares, en la rigidez de la yuca y en la apretada superficie de plantas recortadas en formas decorativas como Bolax o Hebe "Boughton Dome" (que tiene un aspecto tan áspero como una hogaza de pan recién horneada).

Las hojas brillantes o lustrosas decoran los arbustos perennes como el laurel, la aucuba y la griselinia, pero también hay plantas herbáceas con idéntico brillo en sus hojas, como Galax o Asarum. Recuerde que también hay algunas cortezas brillantes y las de los abedules.




Fuente: Jardín y Arquitectura. Caroline Boisset.
Ed. Blume



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