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martes, 30 de julio de 2013

El Huerto en casa

ARTE Y JARDINERÍA DISEÑO DE JARDINES


EL HUERTO EN CASA





El orden y la profusión son las características principales de los mejores huertos. Si además se consigue causar la sensación de que no pertenece a este mundo, entonces está muy cerca del jardín del edén. Para dar una mayor sensación de aislamiento debe tener muros, paredes soleadas donde las peras puedan madurar suavemente contra los ladrillos calientes. Pero incluso sin muros, incluso en un espacio pequeñísimo, puede conseguir en el huerto esa sensación de abundancia con árboles frutales que separen una zona de otra, o plantando lechugas exóticas y perejil entre las flores de los bordes o en las jardineras.

Un aficionado a la jardinería puede conseguir una selección de flores suficientemente buena. Sin embargo, el cultivo de las hortalizas conlleva un compromiso mayor. Renunciar a cultivar alimentos es renunciar a la importante tradición ancestral del cultivo para la supervivencia. Incluso si no
necesita los alimentos de su huerta, el hecho de no sembrar frutas y verduras supone negarse uno de los grandes placeres del hortelano. Piense en lo orgulloso que se sentirá cuando se siente ante una comida preparada exclusivamente con productos de su huerto. Hay que sacar el máximo provecho de esos momentos.

El hecho de que las hortalizas y los árboles frutales estén en zonas separadas del jardín y de que el huerto haya adquirido ese aspecto triste, con grandes coles repollo y judías marchitas, es algo bastante reciente. Antes, el hortelano, con gran naturalidad y tranquilidad, dejaba que las flores traspasaran los límites del jardín para adornar el huerto; las flores, las frutas y las verduras crecían juntas y en abundancia.

George Eliot narraba así una escena de su novela Scenes of Clerical Life (1858): “No existía una remilgada separación entre el jardín y el huerto; no se disfrutaba de una cosa por exclusión de la otra, sino que había una bonita y paradisíaca mezcla de todo aquello agradable a la vista y bueno para comer. Senderos bordeados por una interminable sucesión de flores primaverales: anémonas, aurículas, alhelíes, claveles de Japón, campánulas, dragoncillos y azucenas, y también musgo y rosas de Provenza alternadas con manzanos en espaldera; el rojo de los claveles se prolongaba en el rojo oculto de las fresas; se cogía un ramillete de rosas aquí y un manojo de zanahorias allá; se fluctuaba deliciosamente entre el perfume del jazmín y el zuma de la grosella”. No hay razón por la que no pueda disfrutar de esa deliciosa fluctuación siempre y cuando abandone algunas ideas preconcebidas sobre cuál es el lugar “apropiado” para las plantas.

Puede que tenga un jazmín que trepa detrás de uno de los bordes de la verja. Puede que ese rincón le resulte problemático, que haya algo que no le guste. Quizás llegue a la conclusión de que necesita algo que lo delimite. Puede plantar un acanto, pero sería mucho más divertido plantar groselleros en arbolito con la copa redondeada entre las campánulas. El grosellero, con un tallo que alcanza el metro de altura, tiene la cualidad escultural de una planta de jardinería y es especialmente bonito si deja que los frutos maduren en la mata hasta conseguir un maravilloso tono ámbar.

También puede plantar unas alcachofas para alegrar la escena; las hojas
quedarán muy bien en esa zona y además tendrá la satisfacción de obtener una cosecha. Mucho más de lo que un acanto le puede ofrecer.

Quizá tenga dos trozos pequeños al final del jardín que quiera utilizar para cultivar verduras, que se plantan en hileras paralelas; los repollos al lado de las lechugas, las zanahorias al lado del perejil; pero se puede conseguir un bonito huerto sembrado en hileras de hortalizas teniendo en cuenta los contrastes entre la forma y la textura del follaje. Pruebe a plantar una lechuga roja del tipo ‘Lollo Rossa’ al lado de unos lánguidos puerros azules. Alinee coles repollo Savoy con sus hojas rizadas al lado de las zanahorias, cuyas hojas son tan bonitas como las de los helechos.

Se pueden hacer varias cosas más para mejorar el aspecto de un huerto, como escoger plantas que sean más decorativas de lo normal, pero sin llevar esto hasta extremos ridículos. La finalidad principal de un puerro es consolarnos en un día frío y desagradable en el que los autobuses se retrasan y los niños están más revoltosos que de costumbre. El sabor es la primera cualidad que hay que buscar en cualquier fruta u hortaliza, pero también se pueden buscar otros atributos. 

Por ejemplo, entre las variedades de puerros hay una extremadamente bonita llamada ‘Bleu de Solaise’ (también conocida como ‘St. Victor’) que además es deliciosa, lo cual no es extraño tratándose de una variedad francesa, pero lo más bonito es su follaje, sus hojas azuladas que contrastan perfectamente con las hojas pálidas y rizadas de la escarola. También puede probar la judía de enrame denominada ‘Painted Lady’. 

Las judías de enrame provienen de América y fueron introducidas en Europa como enredaderas decorativas de jardín, la ‘Painted Lady’ es una buena prueba de ello; tiene flores rojas y blancas, que quedan muy bien cuando se enredan en un arco, mezcladas, por ejemplo, con las flores blancas de una clemátide. Incluso las prosaicas coles de Bruselas pueden mejorar si se quiere. Pruebe la ‘Rubine’, de un profundo morado rojizo, un color que combina perfectamente con los altos y pálidos conos del repollo chino.

También mejorará el huerto si se plantan flores y recrea la ‘mezcla paradisíaca’ de la que hablaba George Eliot. Alinee los senderos con matas de fresas, ponga detrás un lazo de clavellinas, por ejemplo, las ‘Hidcote’ de color sangre, que contrastan con sus hojas grisáceas, pero que también tienen algo en común con las fresas. Cuando se agache para coger fresas, el olor intenso y picante de las clavellinas estará donde tiene que estar, en su nariz.

Fuente: EL HUERTO EN CASA
Anna Pavord
Editorial Blume



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