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miércoles, 7 de diciembre de 2011

JARDINERÍA ORGÁNICA

ARTE Y JARDINERÍA Diseño de Jardines

Jardinería orgánica una alternativa a la Sostenibilidad





La jardinería orgánica es un tema polémico. Hay quien piensa que los métodos de cultivo orgánicos son la única vía que queda para salvar el planeta y, en el otro extremo, aquellos que piensan que la jardinería orgánica es el refugio de barbudos chiflados con túnica y sandalias y que viven en mugrientas comunas a base de arroz integral y pipas. Afortunadamente, varios millones de jardineros de todo el mundo están empezando a considerar los métodos de cultivo orgánicos y a evaluarlos racionalmente. Incluso los científicos que habían sido más escépticos la están reconsiderando a medida que crece la demanda de comida no manipulada químicamente y de un entorno más saludable.

La investigación ha ayudado de diferentes formas que el jardinero orgánico no puede rehusar: variedades de plantas tanto productivas como ornamentales han sido mejoradas sensiblemente; la calidad se ha incrementado al encontrar maneras de proteger nuestras plantas de los peores climas; el rendimiento ha crecido al extender el periodo de cosecha utilizando vidrio y plástico. Y como resultado de las investigaciones sobre las plantas y su forma de crecimiento, las técnicas de cultivo se han desarrollado de tal manera que la despensa del mundo occidental está a punto de rebosar.

Los errores de la tecnología moderna

Mientras que la moderna tecnología no puede ser desechada, se le pueden achacar algunos errores. El dramático viraje de la escasez a la abundancia acaecido en el siglo pasado se ha conseguido a expensas de una masiva y siempre creciente utilización de la química y de la desconsideración hacia el mañana.

Donde los cereales se han mostrado más rentables que las vacas, la práctica de reemplazar la materia orgánica en el suelo ha desaparecido. Como consecuencia encontramos suelos faltos de vida y, en muchos casos, que simplemente desaparecen en el mar. Máquinas más grandes requieren campos más grandes y, como resultado, árboles y sotos han desaparecido llevándose consigo las formas de vida que de ellos dependían.

Las plantas necesitan un cierto nivel de nutrientes para su sano crecimiento, de forma que, para mantener ese nivel, cada vez más fertilizantes se vierten en el campo cada año, llenando de química las plantas que comemos y contaminando nuestras vías fluviales.

La práctica tradicional de la mezcla y rotación de los cultivos ha sido abandonada en busca de beneficios a corto plazo, con el resultado de que las plagas y enfermedades han crecido en proporciones descontroladas. Combatirlas con pulverizaciones venenosos deviene esencial y, a medida que tanto las plagas como las enfermedades desarrollan resistencias, cada vez se deben usar sustancias químicas más potentes. Es éste el aspecto que más nos preocupa, a los consumidores de alimentos producidos de esta forma.

Cada año, algún producto químico que anteriormente se pensaba que era seguro se prohíbe en alguna parte del mundo. Uno de los primeros casos fue el insecticida DDT. No hay duda de que salvó varios millares de vidas al matar los mosquitos que contagiaban la malaria, pero se encontró que también se acumulaba en los cuerpos de animales y aves, provocando incontables pérdidas de fauna; fue prohibido en muchos de los países occidentales antes de que provocase muertes en los seres humanos. Éste fue seguido del insecticida dieldrín, el herbicida selectivo loxilin, sospechoso de causar defectos en las aves y, en muchos países occidentales, el herbicida ácido 2,4,5 – triclorofenoxiacético, o 2,4,5 – T, que se ha relacionado con el cáncer. No sólo se ha visto que estas sustancias químicas provocan daños incalculables en la fauna, sino que también se han encontrado en cantidades alarmantes en la comida, incluso después de tratada y cocida.

¿Cuál es la solución?

Para cualquier persona que posea un jardín la solución parece simple: cultivar las propias hortalizas, verduras y frutas. Pero la industria química es un gran negocio, y los jardineros han sido persuadidos, a lo largo de los años, de que ellos también podían beneficiar de la investigación llevada a cabo por cultivadores y agricultores comerciales. Después de todo, lo que es bueno para los profesionales tiene que ser bueno para los aficionados. De hecho, nada podía estar más lejos de la verdad.

Mientras que, en efecto, nos podemos beneficiar de algún modo de la investigación, no hay ninguna necesidad de seguir, para el jardín de casa, ciegamente las prácticas comerciales. Recordemos que el profesional cultiva a gran escala para su beneficio, mientras que nosotros lo hacemos a pequeña escala por placer. Él necesita que su cosecha esté lista toda al mismo tiempo, mientras que nosotros queremos escalonarla. Lo que es más, no hay ninguna necesidad de sacrificar, en beneficio del otro, ni el rendimiento ni la calidad.

Ejemplo:

Si un agricultor tiene ocho mil hectáreas de cultivo de coles, puede esperar casi con toda seguridad un ataque de la mariposa de la col, pues ninguna mariposa digna de ese nombre se dejaría perder semejante oportunidad. De modo que para evitar que las hambrientas orugas devoren la cosecha entera, el agricultor no tiene otro remedio que fumigar. 

El jardinero, por otro lado, tiene quizás sólo diez o doce plantas. Y, si es un jardinero orgánico, éstas estarán intercaladas con otros cultivos y, así, eficientemente camufladas de las mariposas, que las reconocen por la vista y tal vez por el olfato. Es muy probable que las coles pasen desapercibidas pero si una mariposa las ve y pone en ellas los huevos, no hay aún necesidad de usar el pulverizador. Todo lo más que tiene que hacer es recorrer ocasionalmente la hilera, arrancar las orugas y echarlas en un bote de parafina. Llevará un control del cien por cien y no le costará nada. Y lo que es más, sus coles estarán perfectamente limpias y saludables. O, incluso mejor, si planta los tipos adecuados de plantas en los arriates ornamentales y entre las plantas, los pájaros y los escarabajos harán el trabajo por usted.

La misma filosofía se aplica a los fertilizantes. En un suelo natural hay millones de microorganismos trabajando afanosamente para nosotros, produciendo los nutrientes que las plantas necesitan para su sano crecimiento. Cuide de ellos alimentando el suelo (en lugar de verter fertilizantes químicos para alimentar las plantas) y ellos se lo devolverán con intereses. En cambio, no le darán las gracias por una dosis diaria de paraquat.



Fuente: Jardinería Orgánica
Geoff  Hamilton
Ediciones Omega

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