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viernes, 14 de diciembre de 2012

CONTROL BIOLÓGICO CONTRA LAS PLAGAS EN JARDINERIA

ARTE Y JARDINERIA Diseño de Jardines

Como utilizar medidas de control biológico contra las plagas y enfermedades de las plantas



Este tipo de medidas se basa en recurrir a la ayuda de los enemigos naturales de las plagas, esto es, los depredadores y los parásitos, así como diversas enfermedades fúngicas, bacterianas y víricas. Ciertamente, todos estos enemigos naturales limitan las poblaciones de plagas, pero no siempre consiguen evitar que dejen de dañar las plantas, sobre todo en aquellos casos en que las plagas se multiplican en mayor número, como durante la primavera y a principios del verano, con lo que para cuando los insectos beneficiosos se hacen más abundantes aquéllas llevan ya tiempo haciendo de las suyas.

El control biológico tiene lugar en los jardines de forma natural, pues, por poner un ejemplo, las mariquitas se alimentan de los pulgones y los zorzales devoran los caracoles. Hoy en día, sin embargo, se aplica el término de “control biológico” a la introducción de enemigos naturales en un entorno favorable como eficaz medida de control de las plagas. Obviamente, este enfoque tiene más garantías de éxito en un invernadero, donde se puede introducir un determinado depredador o parásito para combatir las plagas más importantes. Pocas son, en cambio, las medidas de control biológico que combaten con éxito las enfermedades de las plantas, si bien en algunas regiones del mundo se utilizan insectos, ácaros y enfermedades fúngicas para combatir la propagación de plantas foráneas que se consideran malas hierbas.

Ventajas del control biológico

Las medidas de control biológico suelen resultar en muchas ocasiones más apropiadas que los propios pesticidas, sobre todo en el caso de hortalizas tales como el tomate o el pepino, donde de este modo no existe el riesgo de que queden residuos de pesticida en las partes comestibles. Asimismo, se evitan los daños que ocasiona la pulverización con productos químicos.

Por otro lado, los depredadores y los parásitos llegan a lugares de difícil acceso para los pesticidas convencionales. Además, una vez liberados, ellos mismos se encargan de controlar las plagas, mientras que con los productos químicos hay que realizar varias aplicaciones, sobre todo en verano, cuando las altas temperaturas propician la rápida multiplicación de las plagas. Por otro lado, el control biológico es selectivo, ya que permite combatir una plaga determinada sin por ello causar daños en el resto de los insectos. Y algunas plagas, como la de la mosca blanca de invernadero y el ácaro de la araña roja, pueden acabar desarrollando cierta inmunidad a los pesticidas, con lo que el control biológico se convierte en el único tratamiento realmente eficaz.

Fomentar la presencia de depredadores

La mezcla de flores y otras plantas que posee cualquier jardín normal puede resultar de gran ayuda a la hora de proporcionar, directa o indirectamente, alimento y cobijo a un gran número de insectos, pájaros y mamíferos beneficiosos, como por ejemplo los murciélagos, los erizos y las musarañas. Por otro lado, si se dispone de un estanque, se facilita un lugar donde puedan criar las ranas y los sapos. En otoño, muchos de estos depredadores de insectos perjudiciales buscan un lugar donde cobijarse para pasar el invierno. En este sentido, siempre resulta agradable limpiar a fondo el jardín a finales del verano, pero al hacerlo se pierden no pocos potenciales aliados en la lucha contra las plagas.

Por otro lado, el uso de productos químicos puede tener un efecto más que considerable en las poblaciones de todos estos depredadores. Hay, no obstante, algunos pesticidas que son más selectivos que otros, con lo que el daño que causen sobre los insectos beneficiosos será necesariamente menor. Tal es el caso de pirimicarb, por ejemplo, eficaz contra los pulgones, pero con escasos efectos negativos sobre el resto de las plagas y la mayoría de los insectos que se alimentan de ellas.




Adquisición y modo de empleo

Los depredadores, parásitos y agentes patógenos presentes en el mercado tienen por objeto combatir unas plagas determinadas, por lo que antes de adquirirlos resulta fundamental identificar de qué plaga se trata. Las diferentes medidas de control biológico son compatibles entre sí y se pueden utilizar de forma conjunta, pero nunca se deben simultanear con un tratamiento químico o al poco de haberlo finalizado. Y es que tanto los depredadores como los parásitos son muy sensibles a la mayoría de insecticidas, por lo que deben considerarse más como los parásitos son muy sensibles a la mayoría de insecticidas, por lo que deben considerarse más como una alternativa a estos productos que como un tratamiento complementario. En cualquier caso, las instrucciones deben indicar el margen de tiempo que hay que respetar entre la aplicación de un producto químico y la del control biológico.

A excepción de la bacteria contra las orugas Bacillus thuringiensis, que se aplica como un pulverizador normal, el resto de los organismos de control biológico son criaturas vivas que se deben soltar en las plantas infestadas tan pronto como se adquieran. A veces se pueden comprar en los centros de jardinería, pero lo más habitual es adquirirlos por correo a empresas que se anuncian en las revistas especializadas.

Aplicación de las medidas de control biológico

Los nematodos patógenos se vierten con agua directamente en el suelo o bien en el sustrato de las macetas, mientras que la bacteria contra las orugas Bacillus thuringiensis se pulveriza en el follaje. Los nematodos requieren de un suelo húmedo y bien drenado para sobrevivir y se desplazan por entre las partículas de la tierra. Los nematodos del gorgojo de la vid necesitan un suelo relativamente cálido (14 – 21º C, mientras que los de la babosa toleran una temperatura de hasta 5º C. La bacteria contra las orugas muere al contacto con un sol intenso, por lo que debe aplicarse de noche allí donde se encuentren orugas. Los otros depredadores y parásitos a disposición del jardinero necesitan cierto tiempo para criar antes de ser lo bastante numerosos como para combatir las plagas, de ahí la necesidad de introducirlos antes de que estas últimas sean demasiado numerosas. Aunque pueden sobrevivir a temperaturas inferiores, para ser efectivas necesitan de día una temperatura diurna cálida, por lo general de al menos 21º C, así como abundante luz, con lo que la mejor época para introducirlos es entre principios de la primavera y mediados del otoño.


Fuente: Enciclopedia de las plagas y enfermedades 
de las plantas
Pippa Greenwood
Editorial: Royal Horticultural Society

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